¿Cuál es el problema?

Durante el verano del 2022, hemos visto incendios por toda Europa, después de una sequía prolongada y temperaturas más altas que lo normal. Eso significa víctimas humanas que no pudieron escaparse a tiempo, pérdidas de bosques, árboles frutales, viviendas, fauna silvestre, ganado, y problemas respiratorios por la contaminación del aire. España es un país seco, con mucho calor en verano, y con muchas zonas de monte de difícil acceso. Sí, somos más conscientes de los riesgos que pueden presentar los incendios. Sin embargo, nos pillan los incendios cada verano. En el de 2022, la autonomía vecina, Castilla y León sufrió dos de los fuegos más devastadores de España desde que hay registros.

En el término de Lagartera, no hemos tenido incendios graves hasta ahora, pero esto puede cambiar, porque nos afectan los mismos cambios que contribuyen a aumentar los riesgos en toda la España rural. Aquí, con la emigración, y la poca rentabilidad de los olivares y el ganado, hay cada vez más bosquecillos, donde a veces se mezclan encinas y olivos gigantes. Estos bosquecillos están cargados de leña por dos causas: ya no se usa tanto la leña como combustible (no se corta tanto la leña) como antes, y no se realizan labores sustitutorias de la corta de leña (no se realizan podas) porque cuestan dinero y ni los olivos ni los restos de poda generan muchos beneficios. 

Con los pastos ocurre lo mismo: el pastoreo cada vez es menor. Hay cada vez menos rebaños pequeños de ovejas que te puedan ayudar a limpiar un olivar.  Hoy día, pocos pastores pasan todo el día con el rebaño como antes. No se realiza siega de pastos como labor sustitutoria. Con lo cual tenemos el acelerante (el pasto) y el combustible (arbustos y árboles) que, en condiciones de sequía extrema y altísimas temperaturas en períodos más prolongados que nunca, son una bomba de relojería: el incendio perfecto. 

Los riesgos de incendios son más graves lejos de los caminos donde pueden pasar los automóviles, porque suelen ser los lugares más abandonados. Si hay un olivar con difícil acceso, es más difícil recoger las aceitunas. La ‘maleza’ en los olivares valdría como comida para el ganado, pero es más difícil llevar el ganado a los olivares lejos de los caminos, por la dificultad del transporte, y por la falta de agua para que pueda beber. Es aún más problemático si las parcelas son pequeñas. Si heredas doce olivos, no te compensa ni cuidar los olivos, ni cosechar. Y una parcela pequeña lejos de un camino no vale para un pastor. Muchas veces los dueños han emigrado, y ya no piensan en las parcelas que han dejado en el pueblo.

Ya somos más conscientes de que el campo no es un gran basurero. No se tira escombros como antes, y la mayoría de los lagarteranos pensamos dos veces antes de tirar latas de cerveza, bolsas de plástico y otras basuras en el campo. Sin embargo, la basura aun presenta un problema, no solo por el riesgo de incendios, sino también por la contaminación. Los restos de botellones son especialmente peligrosos por las botellas de cristal, por el efecto lupa que concentra los rayos del sol para producir tanto calor que empieza a arder la vegetación seca cercana.  

¿Qué soluciones hay?

Primero, hay que ser conscientes de que hemos evitado un incendio grave en nuestro término por pura suerte. El ser humano suele creer que si no ha pasado nada hasta ahora, es poco probable que vaya a pasar. Normalmente es un instinto útil, pero vivimos en tiempos de cambios, como la emigración, la cada vez más baja rentabilidad del trabajo en el campo, y el cambio climático. Una especie inteligente tiene que adaptarse para sobrevivir. Más vale prevenir que curar.

Luego, hay que reconocer que no hay soluciones fáciles que se puedan implementar con un simple bando municipal. Ni con dos. Hay varias causas del problema, y habrá que pensar en varias soluciones. También, las soluciones varían según si se trata de terreno público o privado. Si es terreno público, es relativamente sencillo mandar desbrozar los caminos. El Calvario, un lugar emblemático para todo el pueblo, necesita un poco de limpieza. Habría voluntarios suficientes para hacer una limpieza una vez al año. Trabajar en equipo es divertido, y un grupo de personas con buena voluntad puede hacer mucho en una mañana.

Es más difícil cuando se trata de terrenos privados. A nadie nos gusta que nos digan lo que deberíamos hacer dentro de nuestros terrenos. Nuestro territorio a veces es un refugio donde podemos respirar libremente, y escaparnos de las presiones de la sociedad moderna. Y si las leyes no tienen en cuenta la realidad que vivimos, nos disgustan más. Pero lo que hacemos dentro de nuestro territorio puede beneficiar o perjudicar a los demás. En el caso de los terrenos abandonados por no ser rentables, habría que arreglarlos o venderlos, para que sean productivos otra vez. Si se puede juntar olivares pequeños, vendiéndolos a un vecino, es más rentable recoger la cosecha. 

Hay que reconocer la gran contribución a cuidar el campo que hacen los jubilados. Lo hacen más por el amor y la tradición que por razones comerciales, porque se gana poco cuidando los olivares hoy día, sobre todo ahora que ya no tenemos almazara en el pueblo. Pero ni a los jubilados les interesan los olivares pequeños donde no se puede llevar un vehículo, así hay que racionalizar los olivares para convertir lo que ahora es un problema en lo que puede ser un recurso para el pueblo.

Ahora en el otoño del 2022 ha subido mucho el precio de la leña, a consecuencia de la subida de los precios de la luz y el gas, lo que significa que buscamos combustibles alternativos. En nuestro término, tenemos recursos para enfrentarnos a esta crisis, no solo la leña de los olivares, sino también los productos de la poda, que valen para encender una estufa de leña, y la hierba espartera, que funciona mejor que el papel como acelerante para que prenda el fuego. No sabemos el tiempo que van a durar la sequía que afecta la producción hidroeléctrica, y la escasez de gas por la guerra en Ucrania, que hacen que suba el precio de la luz. Quizá volveremos a ‘la normalidad’, pero si hemos aprendido algo de los últimos años es que no podemos fiarnos de una ‘normalidad’ estable. Estamos en un momento de cambios fuertes. Conviene mirar a los recursos que tenemos aquí. Tiene más sentido utilizar los restos de la poda para calentar nuestras casas, y la hierba espartera para encender la estufa, que quemarlos como ‘basura’. 

Luego está es problema de la basura que se tira al campo, o que dejan los que hacen botellones, sobre todo en las cunetas de algunos caminos. Hay personas concienciadas que llevan bolsas al campo para recoger basura todo el año. Ven una lata, o una bolsa, y lo recogen para reciclar o simplemente echar en la basura. También hay grupos de amigos o amigas que pasean juntos que hacen recogidas pequeñas. En el 2020, un grupo grande de voluntarios de Lagartera hizo una recogida que tuvo mucho éxito. Recogieron cientos de kilos de basura. Conviene hacerlo una vez al año, al final de abril, o al principio de mayo, antes de que empiece a secarse todo, y la basura se convierte en un peligro. Es más divertido trabajar en grupo, y cuando nos ponemos de acuerdo, podemos lograr unos resultados estupendos. 

José García Moreno, Lagartera, Toledo, noviembre 2022

Gracias a Pili y Julian por las ilustraciones de 

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Y a Irene por sus fotos al final.