Nací en el año 1928, y aquí están mis recuerdos de los años 30.

En casa comíamos en el mismo plato todos, sopas, cocido casi todos los días, pero sin chorizo; morcilla, un trozo de tocino y si acaso alguna patata, sobre todo el tocino, ese que no faltara. Y bueno, leche, cuando hubo cabras. A mi no me gustaba mucho la leche. Me acuerdo que hablando de cabras, Ramoncillo el Sereno me enseñó a mí a ordeñar. Nosotros comíamos a arreglo de como se vivía. Comíamos mejor que los que estaban sirviendo. Y luego había muchos parados. 

Los garbanzos eran importantes en los años 30. Aquí, tío Antonio (Antonio Bermejo) limpiando garbanzos en el camino cerca de su casa.  

Cuando mi tío se casó, se lo llevó mi abuelo con él. Me acuerdo que por allí pasaban las vacas, las ganaderías de vacas grandes. Mi abuela los guisaba. En el cordel había mucha comida para descansar el ganado. Se tiraban a lo mejor una semana. Bueno, pues una de las veces mi abuelo me llevaba a ver los chotos a los corrales de las vacas. Parían y eso. Y venía el vaquero con nosotros y me decía que era la que los guisaba y cuidaba. Y había que lavar y coser. Era muy trabajadora también. Entonces, pues, había un estanque muy grande . Entonces llovía mucho. Y con un candil me llevaba mi abuelo a ver los chotos, y luego, a ver ”¿Qué quiere usted comer?” Esa gente no pasaba hambre. Se comía bien, había poderío.

El calzado, las albarcas se cosían con alambre y había veces que el alambre se gastaba y me decían, “que vamos a hacer contigo”, que vaya con los pies al aire. Se ganaba más yendo yo con los pies al aire que parando a arreglarlos. Me salían unos “empedrauras” que llamábamos, me salía pus, luego el pie echa callo.

Muchos niños no llevaban zapatos. Estos niños son de la familia Calatrava en la vendimia francesa, por el año 1926. Foto: Legados de la Tierra. 

A la escuela fui muy poco. Yo era el más grande, y me pertenecía ayudar. Fui a la escuela como tres meses. Salgo de la escuela porque había que ayudar a mi padre. Y a mi abuelo. Vamos, ellos a mi, mejor dicho. 

Cómo ganamos la vida

Mi abuelo era mucho con los Vegas. Y se les fue el que tenían de encargado. Tenían tierras en Madrigal y todas esas sierras. Me comentó que a uno le preguntaron los Vegas si conocía a algún operario y le dijo que sí, necesitamos uno, pero uno que valga. Los mandó a mi abuelo, porque mi abuelo echaba arados como un descosido. Mi abuelo cuando se fue con los Vegas, dice ”…bueno a ver, don Fulano, ¿Cómo vamos a hacer esto?” Y dice ”no, no, no, eso es usted el que lo tiene que decidir.” Yo le he buscado para que trabaje aquí, a ver cómo le parece a usted como lo hagamos.  

Tenía un par de caballos para trillar, un par de burros para arar, las mulas, que eran tremendas, las usaba mi padre para las portes del carbón de la estación. Mi padre ganaba barbaridades con el carbón. Aquí, si se pasa hambre, tenemos que ser nosotros, éstas no tienen que parar (las mulas) nos tienen que dar de comer a nosotros. Estas, tienen que comer lo que ellas quieran. Aunque nosotros pasemos hambre. Pero hay que tener en cuenta que de ahí se saca la riqueza.

Mi padre también echaba muchos arados de esos, y los vendía por cinco duros. Entonces no había vertederas, eran arados de palo. Entonces mi padre se tupió de hacer arados de palo. Y ganaba mucho. Y nos lo explicaba luego: yo estoy haciendo cada semana cinco arados, y esos cinco arados, si sabes venderlos, si sabes a quién se los vendes y tal Y era lo que nos decía, vale más un día que tres años.  Vamos a hacer portes, que hay muchos de carbón a la estación. En un día, no sé las seras que llevaría, llevaría dos o tres seras. Por eso todos los días se hacía sus perrinas. 

Las mulas tenían mucha importancia para la economía familiar. Gregorio, hermano de Paco, arando.

Después del camión

Pillaron a mi padre con un camión. Mi padre puso un cacho taberna cuando le pasó eso, la gente por cumplir iba e hizo parroquia y ganaba alguna perrilla. Mi madre freía sardinas para pinchos, había a quién le gustaba la pesca. ”Oye, si no te importa frie unas sardinillas de esas” Eran sardinas de cuba, y las freía.

Cuando los serenos andaban por la noche, ¡a ver que taberna se cerraba a deshoras! Porque siempre se caía algo, alguna invitación para ellos. A lo mejor había ahí alguna partida y eso. A ver hasta que hora los vas a tener aquí y no nos vayan a joder a nosotros. Jugándose las perrinas y, claro, le decían al tabernero que los dejara acabar la partida.- Bueno, bueno, si tampoco es que haya que cerrar ahora mismo. El tabernero les daba alas y acababan, a lo mejor, a las seis de la mañana ¡o sabe Dios!. A lo mejor los llevaba el desayuno ahí.

Iba con mi padre a las cinco de la mañana a la estación a por dos cajas de sardinas para que las vendiera mi madre en casa. Me acuerdo de ir con una burra que teníamos y yo decía, me cago en diez, tan temprano, pero tantos éramos con los burros y animales que andaban…que a la burra le daba mucho miedo del tren. Y la poníamos ahí, según entras en la puerta principal de la estación, allí hay un rincón lleno de coches de caballos. Y los otros caballos, los pobrecitos estaban muertos porque todos esos pueblos de por ahí arriba, todos esos pueblos venían a parar aquí en la estación, al tren, que era el que había, el mercancía, que entonces no había trenes de pasajeros, llevaban ‘seras’ de carbón de las que mi padre y otros llevaban derechos del carro a los vagones. Y se vendía el carbón de encina y de todas esas cosas como el pan en Madrid. Así que esos no paraban, se dedicaban a los portes. Estaban a todas horas al tren. 

Y te vuelvo a repetir que no eran coches de viajeros. Yo fui a Madrid cuando pillaron a mi padre con el camión y eso. Fuimos allí a los médicos y no había nada más que coches de caballos, pero muchos, eh. No había ningún coche, lo que se llama un coche. Mercancías, sí, mercancías y eso, sí. Del monte directamente a Madrid. No andaban haciendo paradas. 

Tren en la estación de Oropesa. Foto de Rutas Arañuelas, enlace debajo.

Tío Julián Alía con mi abuelo eran íntimos. Y yo no sé por lo que, pero mi padre luego también empezó con él cuando le pillaron con el camión. Y le compró mi padre unas cabras, que se las vendió más baratas porque ya eran mayores. Lo primero que compró mi padre fue una chiva ya preñada, casi pa’ parir. Tío Tacones, en la taberna le dice: ”coño, ¿por qué no me compras esa chiva?” Era zapatero, esa chiva que la quiero vender y eso.

”Coño, si estuviera preña….”

”Si, si, está pa’ parir muy pronto.”

Cuando mi padre muere, Yo estaba con tío Julián Alía.

Tiempos difíciles

Por motivo de que mi padre era de izquierdas, mi tío me apuntó a la Falange. Él era el que mandaba en ello. No había otro falangista  que  tuviera carrera de nada. Mi padre no era político ni se dedicaba a la política tampoco, pero los de derechas le tenían muchas ganas porque ya sabes lo que pasó entonces, que en todos los partidos hubo muertos, unos de una manera, y otros de otra.

A mi padre le traían mártir porque mi abuelo tenía una pareja de mulos y andaba mi padre con ella. A por leña para los guardias, que entonces los guardias lo pasaban así, sabes, andando por los montes por la noche cuando los maquis y aquellas cosas. Eran gente de izquierdas. Existía política en algunos y otros estaban a su trabajo. 

Mi tío me apunto a mi a Falange precisamente por eso. Mi tío, para sujetar a mi padre, que ni era político, nada más que se dedicaba a los portes. Mi tío me apuntó para decir, ”¡shhh!, quietos ahí”. Y me acuerdo que me montaban en una silla los primeros días y me sonsacaban que a dónde tenía mi padre la escopeta. Y ya ves, que mi padre ni fue cazador, ni fue nada, sólo que era de izquierdas, era socialista.

Mi padre con tío Julián Alía eran muy íntimos, cada uno de un lado, pero se sabían respetar los dos. Tío Julián tenía una piara de cabras. Estaban en esos montes, y labraban por allí. Por entonces andaban los maquis por la noche. Y resulta que los guardias metían luego a pastores, cabreros, como si fueran maquis. Y a tío Julián Alía le echaban de los pastos del monte los guardias. Los quitaron de guardar el ganado, dándoles leña todos los días, haciéndoles la vida imposible.   

Y yo, yendo con mi padre a la fábrica a por pienso para los cochinos, que la carretera vieja va por ahí, vi muertos enfrente de lo de Bienve. Y yo, claro, como muchacho, miraba, y mi padre ”¡shhh, tira, tira!” montado en el burro, arrea el burro, arrea el burro, ”No mires por allá.” No quería que lo viéramos. 

El valor del trabajo, y las fiestas

Hemos trabajado mucho. En todos esos “peazos” de tierra que tenía de mi abuelo hemos hecho las paredes nosotros, hemos sacado las piedras nosotros, mis hermanos conmigo, “como un puño”. Entonces la gente lo miraba mucho eso, porque era un valor de lo que se vivía entonces. Lo valoraban mucho porque al estar haciendo unas personas de la edad nuestra, que no había ninguna.

Y mi padre he oído yo por allí que los que le conocían, es que tu padre era incomparable, no es que valía para hacerlo, es que tenía cabeza para pensar cómo hacerlo. Era inteligente y con perras, porque había trabajado. Por ahí ya no sé yo, porque a la escuela fue muy poco, por lo visto. Sabes como te digo. Entonces una referencia como me pasó a mi.

Mi abuelo era el rabo de la sartén. Le ayudaba mucho a mi madre. Y algún día de fiesta, al baile, que había baile de esos de otras veces. Era inseparable de mi suegra mi madre. Y decía mi abuelo, ”Hala, al baile, que de esto me encargo yo”. Allí se llevaba a tres o cuatro amigos, con unas botellas de vino, la zambomba, otros la guitarra, y allí se festejaban ellos, a su capricho. 

Hombre tocando la Zambomba. Foto de Alan Lomax, Lagartera, Diciembre 1952. 

Paco Suela, Lagartera, Toledo, noviembre 2023